Crónica de lujo de la Ramallo – San Pedro

Náutico San Pedro

REGATA CRUCERO “Ramallo-San Pedro”
Columna de Opinión de Facundo Vellón.

Hacer una crónica para dejar constancia de lo ocurrido puede ser un modo de contar algo. Pero se abren preguntas inmediatamente: es acaso el modo de contar todo? Se trata sólo de informar? Para esto cualquier desavisado podría mirar la grilla de resultados y constatar que llegó primero El Francés, ganó el Cinza de Rogelio y Lola, que Carlos corrió un regatón con su «Calafate», que la regata consumió 4:33 horas para el primero y 5:12 horas para el último en cruzar la llegada. Podría consignarse además que el viento siempre vino de la proa y que esto, cuando se intensifica Eolo –siempre caprichoso- impone grandes esfuerzos a las tripulaciones y los barcos.
Ahora bien, esto es un paupérrimo panorama de lo que se vivió en la regata, y para ilustrar un poco de todo lo que ocurrió, es preciso tener licencias que exceden a la crónica. Concedámosnosla, porque contar lo ocurrido a quiénes lo vivieron sólo sirve como fuente de discrepancia y la expectativa es que esto sea leído por quiénes no navegan o son neófitos en esto de navegar.
Una regata comienza en la semana previa, se advierte un mayor tránsito enderezado a mejorar, en lo posible las condiciones de las embarcaciones. Se cambian motones, cabos, se limpian fondos, mucho «DW40» y teléfono incesante para completar las tripulaciones. Nafta para los motores por si el viento no es favorable al destino y –en este caso- el día previo, zarpan las embarcaciones para remontar el río hasta Ramallo.
En las cinco o seis horas que demanda esta singladura, a veces con la ayuda de alguna vela, los barcos se encuentran en el río y se gastan bromas recíprocas con total camaradería, contando cada cual con la posibilidad de una ayuda del otro ante cualquier inconveniente. Digamos que se comparte la travesía con el otro a la vista.
Comer y contar historias mientras tanto, hacen amigos a los que no lo son. Digámoslo: esta parte de la regata es esencial para luego afrontar sólidamente la reciedumbre del lenguaje en nomenclatura, imperativo y apremiante que luego la regata puede imponer. Esencial.
En esta ocasión, hecho el arribo al Club Náutico Ramallo, ya amarradas las embarcaciones, se organizó que todo concurriéramos juntos a la parrilla «lo de Cacho», ubicada en la hermosa costanera que posee la ciudad. Una mesa larga con más de treinta personas, compartiendo.
Ya vueltos a las amarras, algunas embarcaciones vuelven a ser escenario de recreaciones de hechos ocurridos o no, pero todo se admite y se festeja. Dormir en el «minimonoambiente» puede traer descanso o contracturas (depende el número de la tripulación), pero todo se supera al alba con un café amargón y algunas galletitas del día anterior.
Se izan velas y … a la cancha.
Colocada la largada entre la boya y la lancha por el Oficial de día no dejó ser una particularidad advertir al gomón de la Prefectura identificando algunas embarcaciones que carecerían de registración, mientras el Oficial de Día levantaba bandera de «inteligencia» para esperar algunos rezagados, algo que no debería ocurrir pero que es demostrativo de que el espíritu de competitividad se posterga ante el de camaradería deportiva. Al menos en estos pagos.
En la largada, sorprendió el «Cuatrero», pero al cabo de una hora de regata lideraba el «Catango», seguido por «Cinza» y «Nirvana» de Pablo Fenouil (acá hay que destacar que logra correr en familia… remarcable). Por detrás del efímero primero («Cuatrero») venía «quemando» el estético Dragón de Carlos con experimentada tripulación haciendo incesantes esfuerzos (que valieron la recompensa del 2º puesto) en lucha con el Magic 21 de Frías (Ramallo) y el «Alethia» de Cachi Constantín. «Otroamigo» y el «Biguá» cerraban la regata y limaban sus diferencias al tiempo en que el «Cinza» se adueñaba del primer puesto.
Si esto es o no una crónica, y en su caso, si es suficiente o no, la invitación para acercarse a la experiencia queda hecha. Quedan regatas por correr y compartir.

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